Muerte al invasor by C. S. Forester

Muerte al invasor by C. S. Forester

autor:C. S. Forester [Forester, C. S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Bélico
editor: ePubLibre
publicado: 1932-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Pasó un día y otro día. Continuaba el batallón refugiado en las superpobladas casucas y establos, abajo en el pueblo, y continuaban los portugueses pasando hambre y frío en la montaña. Hubo días y días de diluvio torrencial y viento gélido, que explicaban la inactividad de los franceses. El hambre surgía de vez en cuando, agudamente, en el pueblo, y más moderadamente en la montaña. Dodd había empezado a darse cuenta de que los franceses permanecerían en su posición hasta que los arrojasen de ella las privaciones, y quería que sus portugueses pudieran resistir el hambre más tiempo, La harina y el inapreciable trigo se atesoraron amorosamente, aunque la humedad comenzaba a hacer surgir el moho. Las cinco vacas fueron las primeras en ser muertas y comidas; era difícil alimentarlas y existía siempre el peligro de que, en una nueva batida, el enemigo las descubriese. Luego les tocó el turno a las ovejas, empezando por las que habían muerto por el hambre y por las inclemencias del tiempo. A los portugueses les incomodaba esta monótona dieta de carne sin acompañamiento alguno. En cualquier caso, jamás en su vida la habían consumido en gran escala. Vociferaban pidiendo pan, pero Dodd se hizo resueltamente el sordo, y la vieja María, que se encargaba del almacén de víveres en la cueva, le apoyó. Parecía más juiciosa que las demás, y acogía todas las demandas de pan y de tortas fritas con un Nao, Nao resuelto, en cuyos tonos nasales parecía expresar su desprecio hacia la mitad masculina de la humanidad en todo género de actividad, desde el cuidado de la casa hasta el planeamiento de una acción militar, por más que, en aquel tipo de guerra, las dos actividades no estaban especialmente diferenciadas.

Los pobres campesinos, por supuesto, veían abrirse frente a ellos un futuro negro. Sus sembrados estaban dejados al azar, sus casas caían en ruina y se veían obligados ahora a comer su ganado sin dejar núcleo alguno que pudiera multiplicarse en los años venideros. La veintena de ovejas enfermas y esqueléticas que, dos veces al día, llevaban a través del vado secreto, representaba su única riqueza; una vez desaparecida esta, quedarían absolutamente en la miseria. Morirían de hambre tanto si se quedaban los franceses como si se iban. Y, sin embargo, no se podía poner este asunto en tela de juicio, aparte detalles sin importancia, porque un hecho se destacaba con indiscutible certeza: la muerte a manos de los franceses era más segura que la que, eventualmente, les podría llegar en forma de hambre. Todos recordaban la triste suerte de Miguel.

Dodd ya podía entender un poco de lo que se hablaba en su contorno. Tuvo que aprender el idioma como un niño aprende su lengua materna. Cuando usaba un sustantivo y un verbo y los unía, formando una frase, no se daba cuenta de lo que hacía; no sabía, desde luego, lo que era ni un sustantivo, ni un verbo, ni una frase. Sus dificultades se veían aumentadas, claro está, por el hecho de que no supiera leer ni escribir.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.